martes, 25 de septiembre de 2012

Érase una vez



Peregrinaje, fe, vida,
estrellas en el campo,
piedras con pasado e ilusión,
corazones sudados.

En medio de un puente
se halla una escultura latenta,
albada de pico y pala
luciérnaga reivindicando
cebollas sanas y encinas fuertes.

Ha caminado por grietas angostas,
alimentaba sueños con pies descalzos,
iluminaba noches de truenos metálicos,
acariciaba el ruiseñor humilde.

Del infierno de la peseta
sacó un duro rabioso,
aullido imprudente y universal,
carcoma de santos apolillados.

Tras rodear el samsara industrial,
con palillos concientes,
pétalos grises
y velas blancas
la roca se empezó a modelar.

Tejedores la pulieron,
cetreros la alimentaron,
juglares la acicalaron...

y gracias al amor por la palabra
ahora yo bailo con ella
la danza de la creatividad
en el encuentro con mis ancestros
saboreando moras maduras
y racimos de verdad.

David Cebrián


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