martes, 25 de septiembre de 2012

Érase una vez



Peregrinaje, fe, vida,
estrellas en el campo,
piedras con pasado e ilusión,
corazones sudados.

En medio de un puente
se halla una escultura latenta,
albada de pico y pala
luciérnaga reivindicando
cebollas sanas y encinas fuertes.

Ha caminado por grietas angostas,
alimentaba sueños con pies descalzos,
iluminaba noches de truenos metálicos,
acariciaba el ruiseñor humilde.

Del infierno de la peseta
sacó un duro rabioso,
aullido imprudente y universal,
carcoma de santos apolillados.

Tras rodear el samsara industrial,
con palillos concientes,
pétalos grises
y velas blancas
la roca se empezó a modelar.

Tejedores la pulieron,
cetreros la alimentaron,
juglares la acicalaron...

y gracias al amor por la palabra
ahora yo bailo con ella
la danza de la creatividad
en el encuentro con mis ancestros
saboreando moras maduras
y racimos de verdad.

David Cebrián


viernes, 21 de septiembre de 2012

Panorámica invernal



Sólo me quedan veinte dólares
para comprar El imperio británico.
Todas las calles de Boston me parecen iguales.
Los coches y la gente son puntos
 de color en un lienzo gastado.
En el cruce de Exeter con Boylston
los zancajos de un homeless
asoman por unas deportivas rotas.
Al entrar en Prudential,
el eructo de un joven apesta a salchicha y a mostaza.
El imperio británico vale veinte setenta,
(no llevo más que veinte).
Una elegante dama mira impaciente su reloj:
un Rolex de oro.
Fuera, la nieve engulle a la ciudad:
en Public Garden se ha tragado a una familia de patos,
(eran de bronce).
George Washington, vestido de fantasma,
monta un caballo indio.
Vuelvo a encontrarme con el pobre.
le doy los veinte dólares
(Ferguson puede esperar).

El metro huele a morgue y a manzana.
El puerto está encogido y en silencio.
Las gaviotas no vuelan en la nieve.

 Mariela Diego



sábado, 8 de septiembre de 2012


EN EL ESTANQUE  DE LOS NENÚFARES SILENTES

Con voz de leche habla la Luna, zafiro hecho diosa en la túnica celeste.
Voz selénica que espanta la sombra de los muros y los cobres,
toma el corazón y desata el nudo del impulso imposible.

Surca el éter  y se hace línea. Vuela, envuelta en céfiros velos,
hacia el estanque de los nenúfares silentes, damero de agua en la noche quieta.
Allí Febe, titánide amiga, cómplice de hechizos y delirios, habita entre juncos plateados.

Después, la línea es vértigo, y luego pájaro.

Cuando el jilguero atraviese la verde bruma y se pose, tenue gesto,
en la blanca vela desplegada, cantará los bellos versos  de su dueña
dispuestos en estuche de cuarzos y leyendas.
                                   
Será el momento: Febe, la titánide, acudirá al encuentro,
se desprenderá de musgos y falsos cielos y, voluptuosa y feliz,
se unirá con su ama, su amiga, en un baño de pasión y sabiduría.

Sólo los nenúfares serán testigos mudos de este amor lésbico y prohibido.




(Pedro Gómez. De Libro de las flores y los olores. Inédito)