Manifiesto asténico
Por José Antonio Olmedo López-Amor
/ Autor: Eloy Sánchez Guallart
Género: Poesía
Editorial: Urania ediciones
Número de páginas: 86
Género: Poesía
Editorial: Urania ediciones
Número de páginas: 86
Natural de Castellón, Eloy Sánchez Guallart (1963) es uno de los miembros de la tertulia poética castellonense El Almadar y colabora habitualmente con sus textos en su revista Azharanía. Ha participado en las antologías de varios autores Poetas del 15M (Séneca, 2011) y Arando versos (ACEN, 2012). Sánchez Guallart debuta en la poesía con Manifiesto asténico que se enmarca como una ópera prima pionera en la colección Astrolabio, coordinada por la poeta y editora Amelia Díaz Benlliure.
El título del poemario puede abocarnos a equívoco, ya que la astenia reflejada en él no hace justicia con el corpus
final tras su lectura, la vigorosidad, el tratamiento colorista o su
riqueza de imágenes no me permite aceptar que el conjunto sea un
manifiesto escrito desde el decaimiento o la debilidad, sino más bien
lo contrario, intuyo que está escrito desde una fuerza interior que se
rebela contra todo ello, aunque no por ello está exento del desencanto
que proporciona ser consciente de la realidad que nos rodea.
Los temas centrales escogidos por
el poeta castellonense para vehicular su discurso son el amor, el ser
humano y el tiempo, pero abordados cada uno desde las más variadas
lecturas y gradación de hondura que su versatilidad como cantor y
filósofo le confiere.
El libro está dividido en tres
bloques y para diferenciarlos utiliza fragmentos de otro cantor y
filósofo legendario como es Leonard Cohen, fragmentos que dicho sea de
paso podrían haber sido traducidos al castellano. El primer bloque abre
el fuego con una estrofa de la canción “Suzanne” que fue la más popular
del disco en que se publicó y una de las más famosas de su carrera, The Songs of Leonard Cohen (1967), no por casualidad este disco es la ópera prima del autor canadiense que
provenía de la literatura -ya había escrito dos novelas y cuatro
poemarios- y se lanzaba al mundo de la música a la edad de 33 años. Son
tantas las analogías que Sánchez Guallart encuentra en Cohen que el
poeta de Castellón decide separar cada bloque de su poemario con
fragmentos de canciones del genio autor de The Partisan.
El primer poema del libro lleva
por título “Poética” y no en vano al mismo tiempo que inaugura la
aventura en sus versos el poeta trata de justificar las motivaciones de
su escritura, un envite en el que podemos entrever tanto los temas
capitales de sus preocupaciones como el patológico e impulsivo
mecanismo que lo lleva a escribir casi en legítima defensa,
planteamiento que ya compartiera otro excelente poeta valenciano como
es Sergio Arlandis en su obra Caso perdido (Renacimiento, 2010).
El poemario abarca un espectro
muy amplio tanto en léxico como en puntos de vista del yo lírico, en el
lenguaje por ejemplo encontramos desde lo sórdido y casi ordinario
hasta lo más culto y refinado, pasando por una supresión de artículos y
preposiciones, así como un espíritu neologista que no ocultan una
búsqueda estética y convierten la lectura en ocasiones -posiblemente
alambicada para algunos- sofisticada e impactante. También observo un
uso anárquico de las comas y las asonancias, rasgos que exigen cierta
entrega por parte del lector y que además confirman una concepción
ultra liberal de un versolibrismo desatado que busca nuevos
caminos, algo muy de agradecer en estos tiempos en los que para mucha
gente está todo dicho en la literatura.
En la página 34 encontramos el poema titulado “Valentine´s day” y una de sus estrofas dice así: “…talle
frondoso en tarro esencial/volcánica flor hierática altiva/en formas
sinuosas ondulas tu ser/capicúa guía deseo inalcanzable”. El
agrupamiento de sustantivos y adjetivos dan buena cuenta de lo intenso
de la lectura, una sucesión de imágenes, de sabores, de colores en
espasmódica vorágine de sucesos y de formas.
En la pagina 56 se encuentra el
poema titulado “Mediodía” quizá sea una apreciación mía pero encuentro
en estos versos la misma cadencia que en la letra de una canción, por
lo que intuyo cierta vocación de músico en Eloy, una inquietud que -de
ser cierta- sin duda le beneficiaría a la hora de componer poemas: “Soy
un flamenco rojo en la cocina, /aquel estúpido que todavía no emigró,
/soy el último habitante que declina/los verbos del fútbol y el bar.
/Así se dispone en los bandos que cuelgan/de las esquinas de plomo en
esta puta ciudad”. La acólita visión descarnada de un mundo que
acompaña a aquel que no lo asume no es cinismo ni crítica sino un
lenguaje fundado contra la tiranía sistémica que instaura en los
corazones tanta desazón como inhumanidad. “Tanta moneda en el
centro de las apáticas vidas…” “Tantos números venciendo la lágrima en
un desahucio…” “La horma se ha hecho sistema/y agrieta la calidad del
ser que abrió…”. El poeta se indigna ante un panorama desolador,
el escenario del urbanita del siglo veintiuno, no entiende el
estatismo, la vida autómata, y hasta se cuestiona la utilidad de la
poesía: “Tantos árboles huérfanos de abrazo/y tan poca/la utilidad de un poema”. Es
lícito cuestionarse hasta la validez de nuestro silencio, es
comprensible que nazca la desconfianza cuando lo demás no acompaña,
somos humanos, por eso son necesarias las “Proposiciones”: “Provoquemos el acto, /una fugaz rebeldía, /las manos/que encienden/e incendian/el páramo ciego”. Revulsivo,
fiscal acusador, díscolo sublevado, la audacia como autor de Eloy
inquieta y atenaza al pensamiento, incita al movimiento y su dinámica.
A lo largo de los 53 poemas que componen este libro vamos conociendo la
historia no contada por su autor, el estigma del amor, la angustia por
lo efímero de estar vivo, influencias musicales, como también
influencias cinematográficas, si bien en ocasiones esas influencias se
delatan textualmente en títulos como “Habitación con vistas” o “Del
tiempo sin retorno o la conciencia del Replicante” hacia filmes -tan
dispares- de Ivory o Scott respectivamente, también lo hacen sutilmente
en descripciones muy gráficas dignas de una cultura audiovisual, se
muestran perspectivas narradoras ubicadas con la misma precisión que
colocaría sus aparatos un director de fotografía. Hay guiños en sus
versos a autores clásicos como cuando dice: “Espinas como labios…” o a películas míticas de géneros mucho más explícitos: “Tras la puerta verde…” “Quiméricos inquilinos…” aunque
debo confesar que mi intuición me dice que su criterio artístico le
hace inclinarse más por el género de la ciencia ficción, no por nada es
autor desde el año 2008 de un blog que lleva por nombre “Lágrimas en la
lluvia” cuyo título hace alusión al magnífico monólogo interpretado por
el actor Rutger Hauer en la secuencia final de la película “Blade
Runner”, un clásico que sin duda ha influido en este autor.
En la página 73 encontramos el
poema titulado “El poema que escribo” donde el poeta se sincera con sus
lectores en su afán por atisbar nuevos senderos en el lenguaje
construido con palabras y confiesa tanto su necesidad de afirmarse como
disidente gramatical de una mayoría aborregada -cronopio- como
su verdadera naturaleza de autor-canal más que autor-caudal. Lo ajeno
de la inspiración nos nombra cauces de argumentos que no entendemos,
Eloy acepta ese sometimiento de orden natural pero no pierde la
esperanza de intentar introducir sus cláusulas para mejorar las
condiciones de ese contrato leonino: “El poema que escribo/se
enzarza en las esquinas, /con ira costurera/gruñe su condición
disidente/ajeno a los modismos/a los pies de la manada”.
En definitiva Manifiesto asténico
es un viaje por las entrañas de un nuevo poeta que ofrece buenas formas
y buenos contenidos, un poeta que no redunda en lo ya leído sino que
con valentía aspira a encontrar nuevas vertientes, algo que lo destaca
de una gran masa tradicionalista que comercia con monas vestidas de
seda tan héticas como pergeñadas. Espero que en el futuro podamos
hablar de Sánchez Guallart como uno de los benefactores de esa raza en
peligro de extinción que son los verdaderos poetas.
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