EN EL ESTANQUE
DE LOS NENÚFARES SILENTES
Con voz de leche habla la Luna, zafiro hecho diosa en la túnica celeste.
Voz selénica que espanta la sombra de los muros y los cobres,
toma el corazón y desata el nudo del impulso
imposible.
Surca el éter
y se hace línea. Vuela, envuelta en céfiros velos,
hacia el estanque de los nenúfares silentes, damero de agua en la noche quieta.
Allí Febe, titánide amiga, cómplice de hechizos y delirios, habita entre juncos
plateados.
Después, la línea es vértigo, y luego pájaro.
Cuando el jilguero atraviese la verde bruma y se pose, tenue gesto,
en la blanca vela
desplegada, cantará los bellos versos de su dueña
dispuestos en estuche de cuarzos y leyendas.
Será
el momento: Febe, la titánide, acudirá al encuentro,
se desprenderá de musgos y falsos cielos y, voluptuosa y feliz,
se unirá con su ama, su amiga, en un baño de pasión y sabiduría.
Sólo los nenúfares serán testigos mudos de este
amor lésbico y prohibido.
(Pedro Gómez. De Libro de las flores y los olores. Inédito)
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